viernes, 10 de octubre de 2014

Carta a un joven ilustrador: Omar Urbano

Foto: Ana Laura Delgado (Detalle)


Querido Omar Urbano:
Desde hace varios días trato de componer en mi mente unas líneas que puedan transmitirte todo mi agradecimiento y lo maravillada que estoy ante tu creación. Si bien no te conozco personalmente -espero hacerlo pronto- me siento unida a ti en lo más profundo y en lo más sublime: ese trabajo que tu endiosado corazón ha realizado para la novela Dido para Eneas, que Ana Laura Delgado, con su fina intuición de editora, te encomendó.
Paso a trazo, día a boceto, mes a imagen, avanzaste por los laberintos de las letras hasta adentrarte en la historia de la reina de Cartago, que yo escribí en una intencionalidad poética casi mística: hacer mía la historia de Dido para que a su vez el lector -la motivación y el futuro de todos nosotros- convierta el paisaje emocional de la reina en parte de su ser.
En esta descripción en primera persona del alma de la reina de Cartago que yo emprendí basada en el amor que siempre he sentido por los grandes poetas que narraron su felicidad y su infelicidad -Virgilio y Ovidio, principalmente- la ilustración del libro se me antojaba de capital importancia. ¡El rostro de Dido! ¿Cómo podía ser?
Al mirar tus ilustraciones por primera vez -que Ana Laura me envió como magnífico regalo el día de mi cumpleaños el pasado agosto- me quedé literalmente extasiada, con la respiración suspendida, como ante el más hermoso de los jeroglíficos. Porque has hecho magia y síntesis, metáfora y cumplimiento, elevación y humanidad.
Tu Dido es humana, poderosa y débil, joven y frágil, intemporal y eterna. Tu Dido es producto de una cuidadosa alquimia, -Ana Laura me mostró como un tesoro todos los bocetos, toda tu búsqueda humilde y sincera del personaje y sus espacios-. Tu Dido surge al final, en el momento de su muerte, como la más pura entonación del eterno femenino, ese que muere de amor y en esa muerte es eterna y vive para siempre.
Para nuestros libros, como para nuestros hijos, todos tenemos el mismo deseo: que sean amados por quienes los conozcan. Esta historia se trata de eso, de amor. Y amor, Omar, es lo que suscitará en quienes la miren el rostro de tu reina de Cartago.
Recibe mi admiración profunda y una vez más, el agradecimiento inagotable de
María García Esperón






jueves, 9 de octubre de 2014

Soñé con mi príncipe de niebla



"La noche anterior a la boda soñé con mi príncipe de niebla, que desde lejos me decía adiós, tristemente".
Ilustración: Omar Urbano

Fuente: Fotos de Ediciones El Naranjo. Página de Ediciones El Naranjo. Facebook

domingo, 5 de octubre de 2014

Dido. Ilustración de Omar Urbano


Para Dido de Eneas, de Aurelio González Ovies



Te vi quedar llamándome en la niebla
sobre la almena más alta del palacio,
pero los dioses, Dido, no comprenderán jamás
por qué los hombres preferimos morir
a separarnos. Y aquella madrugada, sobre
las vigas rechinantes de mis naves
mil veces me grité:
¿por qué viniste a Libia, por qué no te amarraste
a la galerna?
Ahora ya no valen de nada mis reproches y mi odio
dibujará en las cenizas de tus labios
maldiciones
cada vez que pasen por tu ausencia
las sandalias silvestres de los vientos.

Recuerdo la primera noche que robamos
al brillo de tus ojos,
las caricias que había guardadas en tus
cofres y el perfume fenicio
que dulcemente, ahora, me describe
las rutas navegables de tu cuerpo.
Pero de nada vale, Dido, que te confiese
un poco esta agonía
si entre tus tierras y mi llanto
silban los trapos de la muerte.
Asómate otra vez como el abismo a los acantilados
y piensa que he venido a recogerte,
que he venido a buscarte con mis hombres
y en mis naves. Asómate al recuerdo y haz que vuelves
a ver en la borrasca un rostro marinero
curtido como el sándalo, agarrado a tus costas
desde que te creyó una mentira de la bruma.

(C) Aurelio González Ovies

Banquete, de Jorge Guillén



Reclinada ya Dido sobre un lecho dorado,
los troyanos y Eneas se acomodan
en magnífica púrpura. A las manos los fámulos
dan agua, dan toallas. De los cestos
los panes sacarán. Hay cincuenta doncellas
preparando alimentos, y son muchos.
A los Penates honran: se queman las primicias.
Cien mozas y cien mozos aseguran
el continuo servicio. ¡Cuántos platos y vasos!
Muchos ojos admiran los muy bellos
obsequios -manto y velo- de Eneas para Dido.
Dido, que por Amor ya tan cautiva,
se siente dentro de un embeleso enhechizada.
Terminó la comida. Los criados
sobre la mesa ponen, colmadas, grandes copas
de vino. Alegría con estrépito
suena por las estancias tan amplias del palacio,
y las antorchas vencen a la noche.
La reina solicita la copa de oro y gemas.
"Jove -dice sobre el silencio-, tú
a la hospitalidad siempre tan favorable..."
Dido vierte en la mesa algunas gotas
de vino honrando a Jove, moja los labios, pasa
la copa a todos. "Cuéntanos, Eneas..."

Jorge Guillén
Del libro Homenaje (Milán, 1967)
Recreación de los vv. 698-756 del primer libro de la Eneida